Antes de someterte a un tatuaje, preparar correctamente tu piel es crucial para obtener resultados óptimos y facilitar la curación. Una semana antes, hidrátala diariamente con crema hidratante para que esté suave y saludable. Evita la exposición al sol y el uso de bronceadores, ya que pueden dañar la piel y dificultar el proceso del tatuaje. Asimismo, asegúrate de estar bien descansado y mantenerte hidratado antes de la sesión para reducir molestias durante el procedimiento.
Una vez hecho el tatuaje, la curación adecuada es clave para conservar los colores y líneas perfectas. Tu tatuador te cubrirá el tatuaje con un film protector. Déjalo en su lugar durante el tiempo recomendado (generalmente entre 2 y 6 horas) para evitar infecciones iniciales. Cuando lo retires, lava la zona con agua tibia y un jabón antibacteriano suave, secándola cuidadosamente con una toalla limpia mediante toques, sin frotar.
En los días posteriores, aplica una capa ligera de crema cicatrizante recomendada por tu tatuador. Evita rascarte, incluso si sientes picazón, ya que esto es parte del proceso natural de curación. No uses productos como aceites, vaselina o cremas pesadas que puedan obstruir los poros y afectar negativamente la recuperación. Mantén el tatuaje limpio y seco siempre que sea posible.
Durante las primeras semanas, evita la exposición directa al sol y actividades como nadar en piscinas o en el mar. El cloro, la sal y las bacterias pueden provocar irritación o infecciones, prolongando el tiempo de curación. Opta por ropa holgada y transpirable para evitar la fricción que puede dañar la piel tatuada.
La paciencia es esencial; cada cuerpo sana de manera diferente, pero en general el proceso puede durar entre 2 y 4 semanas. Al seguir estas recomendaciones, tu tatuaje lucirá vibrante y bien definido por mucho tiempo. Si notas algún signo de infección, consulta inmediatamente con un profesional.