La curación de un piercing es un proceso delicado que requiere cuidados específicos para evitar infecciones y lograr una recuperación adecuada. El tiempo de curación varía según la zona del cuerpo, pero algunos consejos generales son clave para garantizar que todo transcurra sin complicaciones.
Desde el momento en que te haces el piercing, es importante mantener la zona limpia. Lava la perforación dos veces al día con un limpiador recomendado por tu profesional, como solución salina estéril o un jabón suave. Evita el uso de alcohol o peróxido de hidrógeno, ya que pueden irritar la piel y ralentizar el proceso de curación.
Evita tocar el piercing con las manos sucias. Lávate las manos antes de cualquier manipulación para prevenir la introducción de bacterias. Además, no retires la joya durante la curación, ya que podría cerrarse antes de sanar por completo. Si la joya se mueve involuntariamente, asegúrate de volverla a colocar con cuidado, siguiendo las recomendaciones del profesional.
Durante la curación, es normal experimentar algo de enrojecimiento, hinchazón y sensibilidad, pero evita dormir directamente sobre el piercing o usar ropa ajustada que pueda generar presión sobre la zona. Si observas secreción excesiva, dolor constante o inflamación grave, consulta inmediatamente con un profesional, ya que podría ser un signo de infección.
En promedio, un piercing puede tardar entre 3 semanas y 9 meses en sanar completamente, dependiendo de su ubicación. La clave es la paciencia y el seguimiento continuo de las indicaciones. Siguiendo estos pasos, disfrutarás de tu piercing sin complicaciones.